jueves, 15 de diciembre de 2011

El caminante sobre el mar de nubes



Hay un ruido que sobresale por encima del resto... Son las primeras manzanas del cesto. Manzanas bruñidas y con laca para gratificar la apariencia. Pero la belleza no se deja empantanar con esas fullerías. Hay tanta presión entre unas manzanas y otras que resulta difícil descubrir el fondo, donde ella habita. Sólo los líquidos pueden deslizarse entre ellas. Sólo la lágrima sabe la verdad, tu lágrima Pierrot, y se acumula. Pero tu lágrima no tiene boca. No habla. Aún no… Yo solo puedo devorar manzanas envenenadas... ¿Es el único camino hacia el fondo?...Hay un ruido que sobresale por encima del resto…

De pronto no sé nada de Belleza. Hace meses que no me llama… Ayer soñé que era el protagonista del famoso cuadro de Friedrich. Al despertar la manta me quemaba el cuerpo. No podía dejar de moverme. Eche un trago de sabor ardiente en botella vacía. Mi “noctámbula” como la llamamos… El dolor no cesaba y olía a quemado… Lancé el sudario a un lado, me levante y fui a verlo...

Ahora estoy aquí. Ya no es un sueño. Doy la espalda al espectador. No al mundo. Sólo estamos yo y las manos evanescentes intentando asirme para llevarme con ella. La altura es considerable como para plantearme equilibrismos. Todo está en calma. Sin comida. Sin poesía, solo rastros de mis huellas. Recuerdo por donde subí. No tenía mucha experiencia haciendo escalada. Me alimenté de alguna que otra señal de precaución, y bebí de oscuras grietas colores que no tienen nombre. Y aquí me encuentro. En la cima de la montaña que apuñala el cielo o solo intenta tocarlo. Cielo y tierra que en vuestro desamor y distancia nos dais la vida en este mundo. Un mundo con montañas por dedos que parece gritar pidiendo auxilio a una mano que nunca llega… Apoyo mi bastón. Esto no es un lienzo por el que pise el tiempo. Este horizonte no tiene grietas. Por muy quietos que estemos, no pasa el tiempo y a la vez pasa. Presentes devorando presentes una y otra vez. El tiempo no tiene oídos. No se le puede pedir nada. Pero sí tiene boca. Nos saborea. ¿Qué sabor tendré cuando mi espíritu desvencijado atraviese el umbral? Las piedras crepitan bajo mis pies. Llevo demasiado tiempo quieto, mirando el buen lustre de mis zapatos nuevos. Alzo el cuello oxidado y casi me lo rompo. Miro al horizonte. Su cetrino Ojo…Me enamoro de él ¿Miedo? En absoluto… Quiebro la mirada. Algo me ha dicho que no he escuchado. No de oreja a oreja. Sí de pupila a pupila. El Sol me ha hablado en su horizonte. Lo desafío desde lo más hondo del pozo de mis ojos. La materia prima rasgada por Buñuel… Caen algunas lágrimas al cesto. “Te odio” mascullo macilento, queriendo decir “Te quiero”. No creo en las palabras. No en lo que dicen. Sí en lo que no dicen. Y esto último es lo que acaba definiendo el camino…

Déjenme describirles mi pelo desairado como un fuego que camina entre hombres. Que ilumina calles oscuras y enciende caminos obsoletos. Una chispa de Helios. Un superhombre que está aquí para alargar las sombras de los nombres más pequeños…Sigue habiendo un ruido que sobresale por encima del resto… ¡No digan Fin hasta que estallen los cristales y pase a través de ustedes la respuesta a la pregunta que nadie se planteó jamás!

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