lunes, 5 de diciembre de 2011

Cápsulas de contagio

Aparcado en mitad de la discoteca, rodeado de gente, pero escuchando el peaje de mi gaznate. Agarro la copa numero indeterminado entre mis depauperados dedos. Único abrazo de esta noche. Mi lengua está ardiendo de tanto alcohol. “Pierrot” creo oír entre cañonazos de decibelios. Ya me has regalado uno de tus putos silencios inextricables. Te has ido de viaje y me dejas maletas de alcohol convulsionando mi cuerpo.


Mascarada moderna. Los nuevos bohemios con medicina privada. Gentes que pelean por subirse al proscenio del escenario. Marionetas con todos sus hilos en la pelvis. Intento jugar a ser ellos, pero entonces mis dientes se cierran tan férreamente como diques blancos espumeando cataratas de suicidio. En este recinto de pequeña dictadura un hombre señala con el dedo en alto bendiciendo la sala. Lo llaman Dj, pero es uno de tantos sacerdotes de la cultura. Un pedófilo del pensamiento libre. O estás dentro, o el hombre de negro se acerca y te invita a salir al estrado del juez ciego y con martillo apto para remachar más los clavos.


Ya hace tiempo que deje de buscar un sentido a todo este entramado social. La divina sociedad en sus mayúsculas retocada con Photoshop -y cuidado que no salgan las pancartas de fondo-. La razón se vistió de verdugo hace tiempo con el nombre de ciencia. Ya no sirve para nada razonar. Los pelotones de fusilamiento ya no llevan uniforme. Son logotipos y frases hechas. Son los titulares. Cada uno de nuestros sentidos buscando puntos que unan la figura del mundo dándole una unidad con sentido.


Dicen que unificar da sentido…Miro a mi alrededor…Estamos perdidos…Estoy perdido…Necesito una pastilla antipierrot… Intentamos organizar el caos de la naturaleza como quién sopla estrellas del cielo, confiando en que se muevan o se apaguen. ¿Por qué no inaceptar lo aceptable? Porque los baños de las discotecas alimentan con litros de vómitos el subsuelo de todas las ciudades. Pero tranquilos, la música suena más alta que el pensamiento, y eso el Dj lo sabe.


Esta noche me siento algo Pierrot. Es hora de irse…. Voy a coger el abrigo colgado en el maniquí de la entrada... Mi mano se detiene a medio camino. Está demasiado bien colocado. Parece una mujer real. Me limpio las boqueras. Mis pies avanzan hacia ella. Está de espaldas. Libero mis labios. Los acerco a su cuello. No sé en qué idioma hablarla. Ni me importa. Mis labios comienzan a danzar en torno a la hoguera:

“Te conozco. Te decidí en alguna parte. En algún libro, película o silencio…Eres la mujer de mi vida. Fue difícil encontrarte. No le presto el abrigo a cualquier mujer. Eres preciosa sin verte. No te des la vuelta. Estoy por primera y última vez enamorado. No lo estropees. No volveremos a vernos. No te enamores de mi apariencia, ni mis palabras, enamórate de este momento. Mil encadenados te ponen su piel de cordero todas las noches. No me importa. Que te toque quién quiera. Ambos sabemos la verdad rasgada tras cada mentira. Su Décollage. Solo buscas repetir este momento. Sentir de nuevo el peso de mi abrigo… Sé mi amante en la eternidad. No cambies este recuerdo. No alteres mi percepción, no resuelvas más enigmas, no quieras mi sangre para cumplirlo… ¿Mi edad? Demasiado joven para conservar, y demasiado viejo para echar a correr. ¿Por qué tú y no otra? Me gustas porque vives desnuda, sin bolsillos en los que guardar. Manos siempre dispuestas a esperar ser tocadas. Escuchas el presente. No tienes olor que clavar en mi memoria. Eres el ser más auténtico de esta sala y no puedes saberlo. Por eso lo eres. Por eso estoy borracho. Ojalá fuera como tú. Me gustas por ser Ello. La lágrima invisible que todos guardamos y que Pierrot muestra al mundo…Pero yo no soy Pierrot mi amor. Soy A. Puñette y estas manos y pies clavados desde los nueve meses de vida necesitan su abrigo” Le quito suavemente mi abrigo, como el sol hace con la noche… Vuelvo a acercarme. “No le cuentes esto a Pierrot”. Salgo del recinto y me tropiezo a la primera de cambio. Abrazo el asfalto, el mundo. Ahí me quedo. Llevo días sin que nadie me toque porque quiera. Dejadme un momento más tumbado. Segundos de lenguaje infinito. Señalad a este indeseable. Hacedme sentir orgulloso.

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