miércoles, 23 de noviembre de 2011

El artista sin método

De camino hacia el café atravesé un callejón donde ví a un hombre cucaracha rebuscando en la basura. Sentí cierta lástima por él y me reí a carcajadas. Seguí andando, con mi puñado de libretas bajo el brazo, llenas de mis "Mira esto...", "Que me aspen de aquello..." y demás memeces encubiertas para hacerme creer que soy uno de esos enfants du paradis. El caso es que llegué al maldito café. No hizo falta que abriera la boca. Me sirvieron lo de siempre y me senté donde siempre. Un buen café, sí señor, dulce y sensible como la medianoche sin sueño. Todo sonaba como debía sonar hasta que entró aquel hombre, un saltimbanqui de aquí te espero sin grapas en la boca, y se sentó en mi mesa con sus santas narices, que no eran pocas.

-Me llamo A.Puñette.

-Y a mi que carajo me importa como se llame.

-He venido a ofrecerle algo muy interesante

-Ya tengo algo muy interesante, puede irse.

-Primero tendrá que invitarme a una taza de café.

-Puede usted invitarse a sí mismo. Hay muchos cafés por la zona esperando que los prueben.

-El café suelta la lengua y colorea las palabras. Y según he oído el de aquí es muy bueno.

-Sí, lo es.

-Entonces invíteme a uno. Si después de terminarlo no le he conseguido convencer, no volveré a pedirle más.

- Aqui tiene...¿No va a a pedir ningún café...?

-No ahora… ¿Sabías que los copistas en la Edad Media no sabían leer?

-Ni idea.

-Solamente se limitaban a copiar lo que otros les ordenaban. De ahí que se tradujeran libros de temas sexuales o científicos sin ningún tipo de sanción o condena.

-Suena interesante, de verdad. Pero si me dice lo que quiere que le diga para que se vaya, quizás podamos terminar con esto rápido...

-¿Pierrot verdad?

-¿Cómo?

-¿Es usted Pierrot?

-No.

-Usted ya me entiende. Usted no se llama Pierrot. Pero es Pierrot. No lo ha elegido.

-Puede ser.

-Y yo soy A.Puñette.

-Sí, según me dijo hace un momento.

-¿Cree usted que es mi verdadero nombre?

-Imagino que no. Ni me interesa.

-¿Por qué viene aquí?
-Porque sirven el mejor café de la ciudad
-¿Seguro?
-Sí…
-¿Cómo se llama este bar?

-Ya lo sabe.
-Claro que lo sé. Y me has dado unas monedas para que me marche rápido. Eso también lo sé.
-¿Por qué has venido tú?
-Porque quiero ayudarte.
-¿Qué me puedes dar tu que yo no tenga?
-Precisamente la respuesta a esa pregunta. Todo eso que no se te ocurre. Lo que te falta.
-¿Qué me falta?
-Compartir.

-No te conozco
-Eso nos da ventaja. Un buen punto de partida…



Hablamos durante unos sorbos más de mí café y nos despedimos. Él no pidió nada, tan sólo se cobró mi curiosidad. Salí del lugar con un aplastante calor en la garganta. Hacia tiempo que no hablaba tanto. Y menos con un desconocido. Hemos acordado escribir en un blog conjuntamente. Nos volveremos a reunir cuando el tiempo este a punto de hacernos olvidar que sabemos hablar.
Bienvenido A. Puñette.

3 comentarios:

  1. Mar me dijo que andabas liado con algo, y, por la curiosidad entre aquellos que un día andamos el camino del sable (colegas, digamos), no he podido resistirme a leerte.

    EL blog es sin duda, una de las mejores terapias del mundo. Por lo menos, para los que buscamos algo.

    Cuídate.

    ResponderEliminar
  2. Una lectura que gusta leer. Me gusta tu estilo ;)

    ResponderEliminar
  3. Sin duda, tiene una pinta estupenda :)

    ResponderEliminar